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TO INDIA FOR A SMILE

To India for a smile24th of February – 16th of March, 2010


The next sowing is eastwards. From the deep Africa, Zway savanna, to the hard asphalt of India.It is time to paint red noses in Bombay and Calcutta. We want to see big and round smiles exploding among the faces of the forgotten children from these two huge cities. The same beautiful smiles that lighted up hundreds of children of colour faces. We were swept away by them and we look forward to seeing them again but in the little ones from the Hindu nation. From the 26th of February until the 5th of March, God willing, we will be acting in Bombay. From the 8th until the 12th of March we will do it in Calcutta. Now we are completing our performances schedule and we invite you to count on Kili-Kili y Kolo-Kolo to share an unforgettable time with the little ones. Cost free, universal and participative show of humour that includes some, very few, words in the English language. The show is 1 hour long and it is aimed at children up to 13 years old.The requirements are only 2 chairs and a small table, a minimum of 40 children per performance, and a place to be used as a dressing-room. If you wish to count on Kili-Kili and Kolo-Kolo either in Bombay or in Calcutta, please contact us by

email at aldaikoldo@gmail.com
or calling +34-948-54 0020

For the smiles that already walk, for the new ones we must ignite, for the children that will inherit the earth, for the peace and the brotherhood that , day by day, we are carrying with a profound and profuse enthusiasm here and there.


A LA INDIA POR UNA SONRISA


24 de Febrero-16 de Marzo del 2010


La siembra ahora es más al este. Del África profunda, de la sabana de Zway, al duro asfalto de la India. Toca pintar narices rojas en Bombay y Calcuta. Queremos ver estallar sonrisas grandes y redondas entre los niños más olvidados de estas dos grandes urbes. Las mismas sonrisas que vimos dibujadas en cientos de niños de color, las queremos ver aflorar ahora en los más pequeños de la gran nación hindú.Entre el 26 de Febrero y el 5 de Marzo estaremos trabajando, si Dios quiere, en Bombay. Entre el 8 y el 12 de Marzo en Calcuta. El calendario de actuaciones aún está por completar. Podéis contar con Kili-Kili y Kolo-Kolo para que los más pequeños pasen un rato inolvidable.Sólo necesitamos mesa pequeña y dos sillas, un mínimo de 40 niños por actuación y una habitación en la que cambiarnos y mudarnos en payasos.Ofrecemos gratuitamente un espectáculo de humor y participativo. El show es universal, con algunas, muy pocas, palabras en inglés. Tiene una hora de duración y está dirigido a niños de hasta 13 años.Si deseas contar con la actuación de Kili-Kili y Kolo-Kolo bien en Mombay, bien en Calcuta, te puedes poner en contacto con nosotros, escribiendo al

e-mail: aldaikoldo@gmail.com
llamando al teléfono 34-948-54 0020


Por las sonrisas que ya caminan, por las nuevas sonrisas que hemos de encender, por los nuevos niños que heredarán la tierra, por la paz y la fraternidad que día a día, con derroche de ilusión, aquí y allá estamos construyendo.

lunes, 22 de febrero de 2016

Ayushi o el brillo en los ojos de Alá



El brillo de sus ojos no cabía en aquella ciudad, ya de por sí inmensa. Por supuesto tampoco en el seno de su comunidad religiosa, en su familia. Demasiada luz, para no cegar mentalidades limitadas. Ayushi era la única mujer musulmana del grupo con el que contactamos en Mombay, Pragati, una ONG que lleva arte, entretenimiento y juego a los niños de los hospitales de la ciudad. Al igual que a sus dos hermanas, quisieron casarla a los 16 años con un hombre elegido por la familia. Le auguraron una vida de tristeza y postración si rechazaba el matrimonio, pues a quien no se casa a esa edad, después le resulta difícil encontrar marido.

Luz emergiendo de cerrada sombra; pasión por la vida y fuego de amor puro en sus pupilas despuntando también en medio de un rostro muy tostado. Ayushi con veinte y algunos años permanece soltera, pero contenta. Trabaja como maestra en una escuela y en sus ratos libres colabora con Pragati. Ella junto con una amiga de esa ONG nos llevaron a un hospital para niños con cáncer en el centro de esa gran urbe.

Tan estaba libre de todo prejuicio poco sano, que se brindó a maquillarnos ella misma para el show, dando así descanso a las dos compañeras que habitualmente lo hacían. Nos pintó con gracia oriental el rostro a los dos payasos. Sus suaves dedos se posaron en nuestros pómulos, en nuestra frente sorprendida. Por supuesto no faltaron las carcajadas ante su original diseño. Ninguna mujer hindú había cogido nuestras pinturas de colores. En una mujer musulmana ese ejercicio de maquillaje ni se nos pasaba por la cabeza y sin embargo allí estaba ella feliz explorando en el lienzo de nuestra piel agraciada.

No les dijimos nada, pero al término de la actuación debieron de sentir nuestra saturación de ruido, nuestra sed de mar. Mombay sobrevive por su océano. ¿Qué sería de esa caótica y estruendosa urbe, si no tuviera diferentes escapatorias hacia el agua inmensa? Compramos bebidas y sandwiches y dejamos caer la noche sentados en un concurrido petril al borde del Índico. Tras escuchar su relato, del agitado mar de nuestras inquietudes surgieron también preguntas, algunas quizás demasiados audaces. Sólo mi compañero de sonrisas y fatigas se animaría con una bastante comprometida: “¿Cuál es tu ideal de marido?”, le lanzó mi amigo en tono de broma, pero con poco oculta voluntad de extraer conclusiones serias. Al día de hoy, le agradezco su bienintencionada osadía.

Ella enseguida captó que, más allá de las risas, queríamos alcanzar reflexiones válidas. Ni se cortó, ni lo dudó. Su rápida respuesta indicaba que la tenía también sobradamente madurada: “Quiero un marido que tenga mente abierta y me permita trabajar”, nos contestó alegre y rotunda en su perfecto inglés. Aquella joven de largos y lisos cabellos negros, de mirada generosamente desbordante, no pedía nada más: poder seguir trabajando y así en buena medida, poder ser dueña de su propio destino. No quería marido rico, ni joyas, ni vestidos…, sólo libertad para irradiar su desbordante amor donde se le necesitara, para encantar con sus ojos celestes, con su sari color turquesa donde le placiera.

Confieso que se apoderó de mí una suerte de impotencia…. Aquella enorme luz no podía iluminar donde quería. Si optaba por casarse, por compartir su vida con un hombre del perfil que su entorno deseaba, su libertad mermaría, su alegre fulgor languidecería seguramente entre las cuatro paredes del hogar… ¡Ojalá Ayushi encuentre un hombre a su altura y que su familia lo acepte! ¡Ojalá un compañero que le anime a pasear libremente esa mirada de irrefrenable amor por el mundo entero…!

No deseo pontificar sobre el Islam, quizás sólo compartir pequeñas observaciones que hemos obtenido en nuestro periplo de animación infantil en Mombai y Kolkata. Es momento de construir puentes indispensables y para ello es preciso también medir y calibrar cada una de nuestras palabras al respecto. Los credos han de buscarse y encontrarse, si deseamos construir una nueva y fraterna civilización humana. El respeto a las costumbres y los hábitos ancestrales de las comunidades islámicas es tan sagrado, como el de la libertad llamada a consagrarse en todos los rincones del planeta.

Tuvimos diferentes encuentros con el Islam en nuestro reciente viaje. Observamos por ejemplo la plática del imán en medio de las calles de la capital de Bengala, algo natural en la vida de esta intensa y abigarrada ciudad. La contrariedad puede empezar en esos altavoces gigantes colocados a pie de estrado para hacer llegar la palabra de Alá. Allí, a la vera de esos enormes amplificadores de voz, me vino la sensación de que quizás la clave del encuentro interreligioso tenga que ver más con el arte de acercar y entremezclar silencios. Quizás, a la postre, la alianza de civilizaciones es también una cuestión de watios. Seguramente ni Alá, ni Dios urge de sermones ensordecedores para hacer llegar su mensaje de infinito.

Me atrevo a decir, con inmenso respeto al hermano o hermana musulmán que pueda leer estas líneas, que quizá Dios se nos revela más auténtico cuando más íntimo y silente se nos comunica… Más de arriba Su reclamo, más susurrado es Su Verbo, más intocable, más imperceptible… Creo en un Dios más brisa y perfume, más misterio y sigilo, que martillo. A veces ni eso, a veces puro e inmenso silencio. Pudimos comprobar ese anhelo de Su muda Presencia a la vuelta del estruendo de la ciudad más ruidosa del mundo.

Dios es también la más absoluta manifestación de la libertad, aquella que no pondría el más mínimo obstáculo para que Ayushi se pueda casar sin merma de movimiento, para que esta mujer valiente y generosa pueda sembrar puro y genuino amor más allá del reducido espacio de su, de seguro, futuro hogar.

No hay competencia entre las llamadas de los muecines, entre el reclamo de los sacerdotes de uno u otro credo, entre los micrófonos que proclaman la grandeza del/de lo Inombrable. Lo importante es ensayar ser Su espejo aquí en la tierra. Lo importante no son los watios con que Le ensalzamos, sino la fuerza del testimonio con que nosotros mismos Le encarnamos…

Alá nos habló a través de la sed de libertad de esta joven musulmana, del torrente de felicidad en sus ojos, a través del contacto puro de sus dedos coloreando nuestros ojos de torpes payasos. Los caminos de Dios siempre inescrutables... En medio de un ancho y duro asfalto, de un sudor a mares, Su susurro, Sus yemas nos alcanzaron cuando menos lo esperábamos…

Koldo

miércoles, 24 de marzo de 2010

Buena Voluntad en Acción



En el Sudder Street hay un ejercito de voluntarios. La mayoria de ellos japoneses, pero sobre todo españoles que se reparten entre el hotel María y la tasca vasca, lugar donde te sirven tortilla de patatas y gazpacho. Hay que tener cuidado con la comida o el agua ya que te pueden jugar una mala pasada tarde o temprano. Sentido comuún, nos dicen siempre. Habiamos aguantado hasta elúultimo momento sin mayores incidencias aparte del cansancio y el agotamiento exhausto, pero hoy los payasos han pinchado y a punto han estado de no poder actuar en las dos escuelas que teníamos comprometidas en el barrio que se conoce como la Ciudad de la Alegria. Kolo Kolo totalmente agotado y Kili Kili andaba suelto de estómago. Cinco minutos antes de la segunda actuación, a punto de vomitar, sacamos fuerzas de donde no las había y dimos nuestro particular espectáculo. Kolo Kolo solo podia responder con un recurso improvisado que utiliza cuando Kili Kili se sale del guión: “Kili Kili is a little crazy“. Kili Kili, carente de memoria, suele olvidarse del guión ensayado una y otra vez y termina improvisando cualquier gracia que Kolo Kolo soporta con santa paciencia. Al final todo salió afortunadamente bien y la terapia del show y las risas sirvieron para levantar el alma. Los abrazos de los niños y el agradecimiento que ofrecen sus inocentes miradas son bálsamo suficiente para levantar cualquier espíritu. Y eso, precisamente eso es lo que consigue que ese ejército de voluntarios vuelvan una y otra vez a este increible mundo donde el cielo y el infierno se confunden con cierta facilidad. Un ejército de soldados invisibles que no se cuestionan cuánto dejan atras, sino cuánto pueden aportar con su humilde trabajo. Los ves a todas horas y en todas partes, la mayoria exhaustos pero sonrientes. Cuentan con orgullo las veces que han vuelto a esta ciudad, lo mucho que dan y reciben. Lo mal que lo pasaron el primer día en la casa de moribundos, las pesadillas durante días, los llantos en las esquinas, el dia que tuvieron que ayudar a amputar un dedo o una pierna… Pero tambien los maravillosos cantos de las misioneras de Calcuta, o de las niñas que viven en ese paraíso a tres horas al sur, en la selva. Todo eso lo cuentan en la tasca vasca, o a la puerta de Casa Madre, o en las esquinas, sentados mientras hablan con mendigos o niños abandonados. Hay un espíritu que los mueve, una fortaleza que los conmueve, una energía de otro mundo que los impulsan a ayudar, a volver, a ir a sus familias y amigos con el testimonio de que hay mucho que hacer, de que hay una utopía que alcanzar, un mundo nuevo en el que creer. Respiran melancólicos cuando se sientan en su sofa de skay, alli en el primer mundo, viendo como les sobra todo, observando que nada material tiene importancia porque nada permanece y todo es provisional. Apagan la television de plasma y miran con extrañeza el microondas. Recuerdan que las misioneras de Casa Madre no poseen nada: ni siquiera lavadora, ni maleta. Tan solo tres saris (vestidos) y un par de sandalias. Y es que la vida nos provee de la esperanza de un presente hermoso y facilón para luego arrebatarlo sin miramientos. Eso se aprende rápido en India, especialmente en Calcuta, donde todo esta por hacer, donde todo es provisional, donde todo pesa poco porque la vida y la muerte rebosan en todos sus rincones.

Si alguien puede venir a India recomiendo que lo haga. Que visite Casa Madre, que trabaje de voluntario un par de días, un par de semanas. Las Hermanas estaran encantadas y te darán a cambio un desayuno a base de un trozo de pan y alguna banana en los dias de mejor lujo. Además, una sonrisa que no tiene precio, porque es profunda, sincera, desesperada. Hay mucho que hacer, la jornada empieza temprano. Y luego el premio: la vuelta a casa respirando un profundo perfume que atraviesa los poros de tu vida futura, por siempre, para siempre… Mañana será nuestro último dia en Calcuta. Mañana nuestras dos últimas actuaciones en Casa Madre. Será dificil, como lo fue en Etiopía, pero estaremos dispuestos a arrebatar al mundo un par de sonrisas mas antes de partir… Que la vuelta sea buena… que la vuelta rebose alegría y esperanza…

Javier León.

Los Angeles existen. Últimas lagrimas




En Sishu Bhavan y Daya Dan, ambas casas de la Madre Teresa, fue donde hicimos las dos últimas actuaciones de este increible periplo por India. Sin duda, como ocurrió en Etiopia, en las casas de la caridad fue donde la dificultad se unió a la angustia. Estábamos agotados hasta que asomamos la cabeza de payasos y vimos a esas criaturas ansiosas de novedad. Trescientos hermososniños que esperan adopción fueron abrazados por un momento por la luz de la alegría. Por un momento, mientras visitabamos las habitaciones al final de la actuación y los pequeños ángeles corrían para abrazarnos soñábamos con poder adoptarlos a todos. Con llevarlos metidos en nuestros bolsillos, entre nuestros brazos, abrazados al cuello como hacían con desesperación suplicando un hogar. Por un momento… Pero alli están las hermanas de la Caridad, verdaderos ángeles de grandes sonrisas que abrigan con sus amplias y eternas alas-almas a esas criaturas… Una de ellas nos acompañó en la visita. Miraba sus ojos puros, su sonrisa infinita, su pureza, su entrega. Se podía sentir su amor por todo. En la despedida sonaba música celestial. Me paré por un instante en la penumbra de un pasillo. No pude evitar la emoción. Habiamos cumplido nuestra modesta y humilde mision, habiamos conseguido sonrisas, alegría, momentos inolvidables. Por un minuto todo el trabajo, todo el esfuerzo sucumbió en lágrimas. La felicidad es asiíy merece la pena seguir sus sendas… Por eso mañana volvemos a Bombay… y de ahi a España con la esperanza de no olvidar el aprendizaje, con la ilusión de seguir caminando por estos maravillosos caminos. La felicidad es posible, incluso en los lugares mas insospechados, en las situaciones más dificiles. La felicidad está en las cosas simples. Y nunca había conocido una fábrica de crear felicidad más sencilla que una sonrisa. Por eso la emoción… De ahi la plenitud…

Javier León.

Slums







Ayer actuamos en un hospital para niños sin recursos que padecen algún tipo de cáncer. La actuación nos pareció aún más delicada que el resto por tratarse de situaciones en algunos casos desesperadas. Tratar con niños pobres es delicado, hacerlo con niños miserablemente pobres lo es aún más, pero hacerlo con niños miserablemente pobres y que padecen algún tipo de cáncer resulta difícil, muy difícil. Por eso nos esforzamos todo lo que pudimos en hacer bien nuestro papel de magos de la sonrisa. Cosa paradójica, lo más delicado resultó ser el hacer reír a sus padres, más conscientes de lo que estaba ocurriendo en las vidas de sus pequeños.
La mayoría de estos niños viven en las “casas” que se amontonan cada vez más en los “slums”. Son lugares pequeños, de entre diez y veinte metros cuadrados. Mucho más pequeños que los minipisos que se pusieron de moda no hace mucho en España. La diferencia es que estos no tienen cocina, ni lavabo, ni habitaciones. Son, diríamos, lugares diáfanos. Tan diáfanos que en ellos pueden vivir una familia entera entre cuatro paredes sin más decoración que la foto de algún santón o familiar. Tan modestos en tamaño que algunos miembros de la familia prefieren dormir al raso, en la calle, o en cualquier otro lugar donde exista algún metro cuadrado sin ocupar. Y esos metros son compartidos con otros seres vivientes como chuchos o inmensas ratas que deambulan de aquí para allá. Los cuervos, ruidosos y cansinos, se relamen cada vez que un trozo de “algo” cae al suelo. Las casas, de plástico, chapa o ladrillo las más lujosas, indican el tipo de miseria al que nos enfrentamos.
Los “slums” se amontonan unos sobre otros y se encuentran en cualquier rincón. Estos días los hemos visto en laberintos de calles interminables que surgían alrededor de inmensos y modernos edificios. El lujo de estos contrastaba con la miseria de los otros. Pero en cuestiones de dignidad, uno nunca sabe cual de los dos gana. Los primeros por exagerados y excesivamente lujosos. Los segundos por excesivamente humildes hasta el punto que no entiendes muy bien qué está ocurriendo. Si eso es real o forma parte de la imaginación paisajística del viajero. Por algún motivo que desconozco me sentía más seguro entre sus peligrosas y estrechas calles laberínticas que no fuera, en las grandes avenidas cargadas de lujosos coches. Las gentes de los “slums” me resultan sinceras, agradecidas y generosas. Los niños nos guillaban los ojos al pasar, o nos saludaban sorprendidos por nuestro atrevimiento. Los mayores no tenían reparo en enseñarnos sus oficios y las madres sus pequeñas criaturas. Eso no ocurre en las lujosas mansiones, ni en las grandes avenidas, donde todos parecen tener miedo a perderlo todo.
Nos contaba una cooperante española que los “slums”, es decir, el grupo de chabolas o barrios chabolistas, son controlados por mafias. Mafias que cobran un impuesto por vivir en una de esas chabolas. Mafias que a su vez invitan a los campesinos de otros lugares a que vengan al sueño de la gran ciudad, una ciudad llena de oportunidades y lujos que jamás alcanzarán. Mafias que utilizan la política, y también viceversa, para conseguir más votos o poder. Y es así como se multiplican los “slums”, y la miseria, y los sueños frustrados de cientos de familias campesinas que dejaron sus tierras para vivir esclavas durante el resto de sus vidas. Y es así como la gran ciudad se convierte en un hervidero insoportable, una colmena, diría más bien una plaga superpoblada, con un equilibrio roto que tarde o temprano explotará en mil pedazos.
Y todo esto lo decía mientras sorteábamos la suciedad abarrotada de moscas que ayudaban a que el hedor se volviera cada vez más insoportable. En las calles más afortunadas hay una especie de canalillo donde se echa todo tipo de excrementos y basura que junto al calor y la humedad insoportable crea un ambiente rancio y nauseabundo.
Y así, caminando sobre unas cuantas chabolas más, llegamos a una que había sido convertida en “guardería”. Esta ONG custodiaba a más de un centenar en todo el norte de Bombay. Y cuando entramos, allí se obraba el milagro. Más de una docena de niños recitaban los días de la semana en inglés, intentando que la lengua universal calara en sus mentes para crear en ellos un estatus diferente, una esperanza de futuro. Al menos durante unas horas no están en la calle y disfrutan, además, de un plato de comida al día, seguramente el único. Así hasta que crezcan algo y puedan aprender un oficio. Quizás incluso alguno, de todos ellos, consiga ir a la universidad. Quizás, alguno de ellos, incluso pueda vivir, dos calles más abajo, en uno de esos lujosos apartamentos de cristal y conduzca uno de esos lujosos coches. Entonces tendrá miedo a perderlo todo, y no apreciará nunca más la seguridad de sentirse miembro de una comunidad. Y quizás, algún día, recuerde sus orígenes y dé alguna propina a los niños de la calle, esos que, sin importarles qué tipo de dignidad es la más verdadera, deseen ser como él. Quizás, quién sabe, también recuerde a ese par de payasos que un día se acercaron tímidos hasta su slums para creer en la magia, en el idioma universal. Quizás lo haga y sonría, y crea en ese instante en la esperanza de un mundo nuevo.
Javier LEón.

Bye, bye Kolkata…


Bye, bye Kolkata…
Cuarta entrega de a “India por una sonrisa”

Muy querid@s amig@s:

Había que conocer Calcuta, pasar por su infierno en la tierra. Nadie es el mismo tras este paseo por una realidad tan cruda. Tarde o temprano, toca integrar dentro de cada quien el conocimiento de un dolor tan desparramado por el mundo. A cada quien nos aguarda nuestra Calcuta, más o menos sórdida, su tremendo interrogante al echar la última mirada hacia atrás y decirle adiós, noqueados, despistados.

En un momento u otro es preciso salir de nuestra caja de cristal e ir al encuentro de las realidades más duras. Tras ese deambuleo por las calles de las tinieblas, tras ese asalto a cada paso de los hijos y las madres del infortunio, se gestan en cada quien transformaciones vitales. Quizás algo pulsé más fuerte que antes hacia Arriba, quizás se avive un anhelo de Cielo, una necesidad de volar lejos, de volar alto…; quizás ganas de retornar ya arremangados, ya sin loción antimosquitos, ya sin vitaminas, ni tapones en los oídos, ya desnudos, ya sin nada.., por fin colmados de fe…

Viaje y crónica van llegando a su fin. Hemos volado de Kolkata a Mumbai y, si Dios quiere, pasado mañana, a primera hora de la mañana cogeremos el avión de vuelta a casa. Bajo el ventilador de la habitación del hotel, girando a su máxima potencia, hilamos el último relato.

Ayer actuamos en dos hogares de la Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa en Kolkata. Por la mañana estuvimos en la casa “Daya Dan” (Regalo de la misericordia) y por la tarde en “Shishu Bhavan” (Casa de los Niños). El primero es un hogar donde estas hermanas de entrega incombustible y voluntad de acero acogen a los niños disminuidos mentales que nadie quiere. El segundo es un hogar para los niños huérfanos. Al llegar allí nos recibió una hermana española, cuyo nombre y procedencia obviaré, pues tal es el anonimato y la discreción con la que desarrollan su tarea. Mostraba el mismo rostro de felicidad que habíamos conocido en las otras hermanas. A pesar de su duro trabajo de jornada entera, a lo largo de todo el año sólo tienen nueve días de retiro espiritual anual, se las ve con una envidiable vitalidad.

“Shishu Bhavan” se encuentra al borde de la avenida “AJC Base Road”, la misma que la Casa Madre de la compañía. El hogar se separa de la calle por un simple murete con sus puertas de hierro. Nos indicaron que debíamos actuar en el patio, junto a esa misma avenida de estruendo. Con su sonrisa espléndida la hermana española, nos daba a conocer que no tenían otro lugar. Nosotros íbamos a estar allí un par de horas y yo sin embargo no podía evitar apuntar las condiciones de exceso de ruido para el desarrollo de nuestro trabajo. Veía en la hermana un cierto asombro por mi observación. Ellas están allí siempre, no se mueven, sin embargo no se manifiestan para nada molestas con el ruido. Parecieran haber vencido internamente toda esa suerte de inconvenientes. Les asiste un discreto gozo que se les aprecia en el primer saludo. Una vez terminada la actuación no pude sino acercarme a la hermana y pedirle disculpas por las reticencias iniciales, así como por las dos sillas, una detrás de otra, que se había cargado Kili-Kili durante la actuación.

Nos llevó después del show por toda la casa. Vimos a los recién nacidos huérfanos, agitándose en sus cunas de mimbre. Todos aguardan adopción. Nos dijo de correr la voz, que hacen falta padres para llevarse a esas criaturas, que tan prematuramente han vivido desamparo e incertidumbre. Tienen también un pabellón allí para niños disminuidos físicos y mentales. Según nos compartió, los procesos de adopción son en esos casos más acelerados.

A la noche, para despedirnos de Antonio Mesas (Fundación Ananta-Colores de Calcuta) y celebrar la finalización del trabajo, nos fuimos a cenar a un chino. Por un lado nos encontrábamos satisfechos pues la tarea había terminado con bien y nadie se encontraba enfermo. A destacar sólo los pies hinchados de Cristina y la tos persistente de Javi. Por otro, una suerte de tristeza asaltaba a payasos y acompañantes. A punto la ciudad pudo con ellos y su cargamento de sonrisas. Volverán, si Dios quiere, a calzar nariz roja y trajes de colores, pero ahora necesitan un baño de luz y de paz.

Terminamos ya el trabajo. No sé si la misión ha sido cumplida, o recién comenzada. El viaje no ha sido precisamente gozoso, pero sí vital, imprescindible. Es preciso descender en vida a los infiernos. No se cómo nos golpeará Calcuta mañana, si la memoria podrá rehacer un cuadro más generoso, sin tanta suciedad, sin tanta polución, sin tanto ruido… No sé si los claxones se irán callando con los días o se mantendrán siempre unidos al recuerdo de la ciudad. Estamos llamados a cargar con todos los recuerdos, los felices y los menos. No hay opción de “papelera” en ese disco demasiado amplio e intransferible de la memoria.

Al fin y al cabo la memoria es lo que nos mantendrá mañana alertas, despiertos frente a nuestro propio egoísmo, frente al dispendio y la ofensa de lo innecesario, memoria para recordar que somos uno también con los que habitan entre las montañas de basura, con quienes viven y se acuestan en los lugares más infestos….

Bendice Dios nuestro a esta ciudad de 18 millones de seres, a esta megaurbe que tan difícil dispone el oficio de vivir en el arranque de cada jornada. Sea el silencio, la belleza, la pureza, el orden…, un día al final de sus avenidas atestadas de destartalados vehículos. Bendice a quienes sobreviven en esos inframundos sin lamentación, ni queja alguna.

Bendice Dios nuestro a toda esa gente de los arrabales de Calcuta que dejamos atrás, a los tres millones de seres que duermen cada día en sus grises calles. Bendice a quienes se confunden con las sombras, a quienes tienen un plástico por techo y el duro asfalto por colchón. A quienes cocinan, lavan, juegan y aman sobre ese mismo duro alquitrán, bajo todo el permanente ruido y la omnipresente contaminación.

Bendice a quienes probablemente nunca volarán como nosotros ahora, a quienes nunca podrán comprar un billete de avión, aunque sólo sea para tomar por unos instantes altura sobre tanta mugre y suciedad.

Bendice por supuesto a los ángeles de humilde shari blanco que pusieron morada en medio de los infiernos. Dicen que no escribamos sobre ellas. ¿Sobre qué sino? Hay heroísmos diarios, constantes, que no procede silenciar. Hay ejemplos excelsos que es preciso aventar. No he visto galones comparables a las tres rayas azules sobre el blanco, al crucifijo en el hombro que ellas llevan, con ejemplarizante humildad.

Arranque o concluya este periplo de payasos, lo que sí queremos llamar la atención es sobre la vital labor que están desarrollando sobre el terreno tanto las Hermanas de la Caridad, como todas las ONGs españolas que os hemos ido mencionando en las diferentes crónicas: Fundación Ananta-Colores de Calcuta, Calcuta Ondoan, Ek Prayas Sonrisas de Bombay… Si nombramos éstas y no las extranjeras, que son dignas del mismo encomio, es por la facilidad que encontraréis para ayudarles, realizando donativos a través de entidades de ahorro españolas.

El avión que nos lleva de Calcuta a Mombai se eleva sobre la ciudad que pudiera parecer dejada de la mano de Dios. Estamos convencidos que no es así, aunque no resulte fácil, a primera vista, comprender la razón última de tanto sufrimiento y desatino unidos. Desde los aires semeja incluso bella. Benditas las alturas que tragan las tinieblas…

En breve volamos para la península, pero tenemos todo un día en Mumbai para reflexionar sobre lo vivido. Los monumentos y museos pueden esperar. Será más recomendable observar detenidamente el tesoro de toda la experiencia recogida…

Del calor axfisiante de Oriente a un invierno que, por lo que sabemos, se resiste a marchar en la península. Vientos fríos demandan el cuerpo y el espíritu, vientos del Norte para despertar de este ensueño de veinte largos e intensos días. Fuerte abrazo desde la tórrida Mumbai de la parte de Cristina, Ana, Javi y servidor.

Koldo
Mumbai 14 de Marzo de 2010

Payasos en la “Ciudad de la Alegría” "2.




Muy querid@s amig@s :

Va pasando la India ante nuestros ojos ora aterrados, ora gratamente sorprendidos… Va pasando ante nuestra mirada alertada este país terrible y a la vez encandilador. En un sentido o en otro, India no deja indiferente a nadie. Nuestro recorrido ha sido más de asfalto y no nos ha permitido impregnarnos de la India espiritual. Nuestra India ha sido más de las bocinas y los atascos, de contaminación y ruido que de asrhams y de recogimiento. No hay motivo para la queja, pues así había sido nuestra opción. Todo está bien, simplemente desconocíamos que un punto de la tierra pudiera concitar tal grado de humo y miseria, de estruendo y suciedad. Por el contrario no paramos de conocer a gente de las más diferentes naciones que ha volado hasta Kolkata para unir su vida a los millones de pobres que colman este megaurbe.

Sólo nos quedan las dos actuaciones de mañana en dos diferentes hogares de Madre Teresa. Pasado mañana volamos de nuevo a Mumbai, ya camino de casa. Damos gracias a Dios, pues hemos podido cumplir con bien el cometido inicial y todas las actuaciones programadas. Por ahora sólo os podemos compartir un relato inmediato, sin mayores reflexiones y conclusiones. No es fácil digerir todo este impacto. La distancia será necesaria para el proceso de esta información. Intentaremos seguir pues con la crónica lineal de los acontecimientos, aunque no resulte sencillo. Parece que el calor fundiera también los recuerdos, parece que comenzaran a amalgamarse unos encima de los otros. Se superponen ya en la memoria unos y otros días, una y otras actuaciones.

Hoy hemos tenido las dos actuaciones en los dos hogares de Fundación Ananta-Colores de Calcuta, el primero para los niños de la guardería y desnutridos, la otra actuación para las niñas y adolescentes de su internado. Hemos ido de la mano de Antonio Mesas, un veterano por estas tierras que regenta ambos proyectos. El apoyo económico que ha comenzado a brindar Ananta es imprescindible para el futuro de los dos centros. Al acabar la primera actuación para los niños más pequeños, me han colocado en mis brazos una criatura desnutrida, que entró ayer en el centro. Tenía ya varios meses pero no pesaba nada. No lloraba. Su mirada sólo interrogaba. No pesaba nada su cuerpecito sin carne y sin embargo su mirada perdida se me hacía difícil de sostener. Al abrazar ese esqueleto me asaltó un profunda tristeza. La deplorable condición de ese niño denunciaba la magnitud de nuestro egoísmo humano. Nos mostraron las fotos de los niños con los que habíamos jugado antes de entrar en el hogar y tras una vez pasado un tiempo en el mismo. Ver esas fotos que publicaremos una vez de vuelta a la península, de seguro que animará a la gente a apoyar este magnífico proyecto de Fundación Ananta-Colores de Calcuta en colaboración con una ONG local.

En el templo de Belur Math

La tarde de ayer nos la tomamos libre, pues no teníamos actuaciones. Fuimos al templo de Belur Math en las afueras de Kolkata. Nuestros oídos pedían ya los sonidos de este género de recintos. Nuestro espíritu demandaba fundirse con la espiritualidad del lugar. Durante una larga tarde éramos unos hindúes más recogidos en las anchas esterillas del templo extraordinario. Nuestras manos se juntaron en el pecho admirados por cuanto nos rodeaba, sobre todo emocionados por el profundo recogimiento de todas las almas allí concentradas en tan reducido espacio. Nos urgía cargar también nuestra alma para acometer el último trabajo en Calcuta. Hemos disfrutado de esa India mística que tanto echábamos en falta. Nos hemos sumado a los cientos de fieles y sus mantrams. Nuestros oídos han agradecido ese paréntesis entre el ruido atronador del tráfico y los cláxones. Bocinas a todas horas, en todo lugar y de la forma más gratuita. A decir verdad no sé ni siquiera ante quién nos hemos postrado, ante que santón hindú hemos rezado. Teníamos ganas de comunión mas profunda con la gente y hemos ido tras los pies devotos de los shadus. A la orilla del río nos hemos quitado las sandalias y la paz del grandioso templo, no ha parecido otro mundo… No hay fotos pues no estaban permitidas, pero nuestra lente interna captó con precisa resolución la imagen de tan bella ceremonia de cantos y mudras de los monjes del lugar.

Ashabari, remanso de paz

Pero vayamos por partes, pues habíamos dejado la anterior crónica camino de Ashabari. En esa casa habíamos encontrado ya nuestro primer e imprescindible remanso de paz. La acogida fue por lo demás fenomenal. Después de diez días de permanentes ruidos, sólo respirar silencio fue un placer inenarrable. Junto a los arrozales, en el arranque de los caminos de polvo, a la vera de las palmeras gigantes, está la Casa que Das y su mujer con el vital apoyo de Calcuta Ondoan, hace ya creo, que siete años han establecido este hogar a unos 20 kilómetros de Kalkota. Allí acogen a adultos desvalidos de la calle. También tienen un consultorio medico en el que atienden a enfermos de un radio importante. Finalmente desarrollan también diferentes labores sociales, entre ellas la de promoción de la mujer. Nuestra actuación se ubicaría precisamente en el marco del festival a celebrar con ocasión de la celebración del día internacional de la mujer.

En ese mar de arrozales pudo descansar nuestra mirada y espíritu. Nunca llegué a valorar tanto el silencio. Revivía a cada paso por esos senderos de polvo entre las casitas de barro, disfrutando sencillamente de un paseo sin ninguna suerte de agobio saludando a unos lugareños siempre sorprendidos. Disfrutaba sin la inquietud de las bocinas de los coches y las motos a la espalda. Al día siguiente fue un gozo despertar en medio de esa vegetación exuberante, a la vera de esas palmeras gigantes que escalan los cielos siempre azules.

Bien entrada la mañana del domingo día 7, comenzaron a fluir por las veredas los ríos de colores. Era las mujeres que venían desde las aldeas de alrededor con sus más vistosos sharis. Muchas de las mujeres eran madres muy jóvenes con sus criaturas en brazos. Tendríamos después ocasión de conocer la vida dura de buena parte de esas gentes. Por el trabajo en el campo de toda una intensa jornada, perciben el ridículo salario de 40 rupias (menos de un euro) y dos kilos de arroz. Eso cuando consiguen trabajo, pues la mitad del año están sin tarea. Hasta que no comienzan las lluvias no pueden recoger ir a los cultivos. No tienen nada…

En fin, el caso es que por todos los lados aparecían esas mujeres alegres por la oportunidad de encuentro que les brindaba la celebración. Muchas de ella niñas madres llevando a niñas sobre sus brazos. Niñas sin juguetes, muñecas y adolescencia. Dicen que se han de casar jovencísimas, pues de lo contrario no encontrarán marido.

Ya para el mediodía estaban reunidas la mayoría de las mil quinientas mujeres que se aguardaban, en una gran campa verde contigua a Ashabari. Comenzaron los actos sobre un tablado de madera instalado al efecto. Sorprendente mayoría de oradores masculinos en un acto del día de la mujer. Kili kili y Kolo kolo se las apañaron como pudieron en un reducidísimo escenario. Al atardecer, ya de vuelta para casa, todas las mujeres son obsequiadas con un paquete de tortas de patata. Otra prueba de la generosidad de Das y su equipo que todo lo dan. Según nos cuentan ese tipo de gestos resulta para ellas totalmente novedoso.

Gurap y Pandua

Dejamos, no sin pena, el lunes por la mañana a esta entrañable gente de Ashabari. Nos aguardan las citas de Gurap y Pandua, concretamente en las misiones de los jesuitas que también apoya Calcuta Ondoan. Se encuentran a alrededor de 80 kilómetros al norte de Kolkata. Los jesuitas que regentan una y otra misión ejercen de padres, médicos, enfermeros…para alrededor de 100 y 200 niños respectivamente. Tienen a su custodia los niños de los agricultores sin tierra, aquellos que se las ven y se las desean para pagar las doscientas rupias mensuales (alrededor de 3 euros) que les cuesta la escolarización, comida, alojamiento… de sus niños. La analbetización contribuye a la explotación de los campesinos. Hay quienes ni siquiera saben lo que les pagan. Con toda su inocencia encima acuden a donde los padres jesuitas a donarles por entero el sueldo ganado. Ellos, por su puesto, tratan de instruirles al respecto.

Actuamos con una fenomenal acogida en los dos lugares. En la segunda actuación de Pandua y al igual que en el resto de los lugares, una vez concluido el espectáculo, pintamos de rojo las narices de los niños, para transformarlos en improvisados clowns. Para ello se colocan en fila. Son unos momentos muy gratos, pues así podemos mirar a cada uno de los niños de frente por unos breves instantes. Cual fue en esta ocasión nuestra sorpresa al comprobar que en esta ocasión, algunos se nos acercaban con las palmas de las manos unidas, tal como si fueran a tomar la sagrada comunión. Henos ahí pues de repente los clowns mutados en coloridos sacerdotes, pintando de rojo narices al tiempo que bendiciéndolos, pidiendo al cielo protección y amparo para todas pequeñas e indefensas criaturas. Ya no somos payasos sino magos intentando acercar bendiciones del cielo a la tierra a través de las pinturas de colores.

Por la mañana muy temprano habíamos acudido a su misa. Los niños con su uniforme de azul y amarillo a la derecha y las adolescentes de una casa de religiosas cercana, con sus velos de colores a la izquierda. Los cantos llenos de alegría de los niños se unen a los sonidos de una naturaleza que a través de los pájaros saluda también feliz a la mañana. Un día retumbarán dentro de nosotros el eco enternecedor del canto de todos esos niños durante la misa matinal y olvidaremos todo lo demás, todas las dificultades inconvenientes del viaje.

…de nuevo Kalkota

Es hora de volver a Calcuta. Comienza de nuevo la batalla en el asfalto. Ya desde primera hora de la mañana pelea con el taxista para que no vaya tocando el claxón la mitad del recorrido… Nuestros oídos no lo soportan, tampoco deseamos que prepondere esa ley salvaje del más fuerte. Quien tiene más motor y más vehículo aparta a los que tienen menos. Los más perjudicados los peatones. No deseamos que se perpetúe esa ley salvaje del más fuerte. En Calcuta los policías usan palos de madera con los que atizan a los vehículos…

El día del nuevo desembarco en Calcuta actuamos para la escuelita de “Ek Prayas” en el centro de Kalkota. Era un contacto que nos había facilitado nuestra amiga Iurre de Zumaia. Ella y su compañero han creado también una pequeña ONG con la que están apoyando esta escuelita de niños pobres. La directora emocionada por lo vivido, nos invita a un refrigerio al término de la actuación. Nunca habían visto esos niños pobres nada semejante, no por la calidad, sin duda más que discutible del espectáculo, sino porque en su vida nunca habían disfrutado con la presencia cercana de payasos.

Quedan anotaciones en el bloc, pero no queda tiempo para teclearlos. Por la habitación del hotel corretean los ratones, por el baño los lagartos… No hay tiempo de caza, es hora de dormir. El cuerpo reclama su descanso… Quizás haya antes de volar para la península nueva ocasión para seguir compartiendo vivencias. Voy en un salto a la ciberchabola a enviaros todo esto. Fuerte y fraterno abrazo en nombre de Ana, Cristina, Javier y servidor desde esta siempre sorprendente “Ciudad de la Alegría" a pesar de todo siempre bendecida.

Koldo, Calcuta, 12 marzo 2010

“A India por una sonrisa” (Crónica I)





Había que despertar al payaso que yacía en medio de la sala. Ella se levantó sola y resuelta. Abandonó el círculo donde se encontraba con los demás niños y empezó a reanimar a un Kili-Kili tumbado en el suelo. Una ola de ternura invadió en ese instante toda la sala del humilde colegio. El otro payaso también dejó de actuar. La niña fue por instantes la reina absoluta de la escena. Todos mayores y pequeños mirábamos con asombro a esa criatura de apenas cinco años que se había situado en mitad del círculo y cobrado protagonismo con la sola intención de devolver la vida al payaso. Intentaba una y otra vez, con suaves palmadas en la cara, resucitar al clown derrotado en el boxeo. Las lecciones de los niños nos han acompañado desde el primer día.

Con Nirmala de Aseema

Los adultos también nos han derrochado aprendizaje. He ahí el ejemplo que al rato de la escena narrada nos daría Nirmala, la directora del centro y coordinadora de Aseema, ya en una de las aulas de ese colegio del extrarradio. Creando un círculo en el suelo con los niños, se habían puesto a rezar, con una devoción que nos llegó dentro, al Dios de todos los seres humanos. Con las palmas de las manos unidas recitaban una oración universal apta para los pequeños de las diferentes religiones indias. Después nos lo confesaría en la comida que nos ha ofrecido: su religión es la del servicio. Nos compartió su generoso y vital testimonio, al tiempo que disfrutábamos del sencillo combinado de arroz y verduras, el plato de los niños. En medio de esa comida típica, siempre un poco picante para nuestro paladar occidental, nos ha manifestado también su gozo por contactar con personas con “latido interior”.

No nos conocíamos previamente, pero habíamos contactado con otro nodo de la red de luz. Sí, bajo el asfalto de 18 millones de habitantes, bajo los atascos atronadores, también pulsa la red universal de amor y de compasión. Nirmala es parte importante de Aseema, la ONG que se encarga de cubrir en las escuelas las importantes necesidades que no asume el gobierno. Aseema lleva en autobuses a los niños de los “slums”. Todos esos pequeños de familias desestructuradas de repente visten uniforme y están delante de una pizarra. Desarrollan además su aprendizaje con uno de los métodos más cualificados, el de las escuelas Montessori. En palabras de Nirmala “a quien no tiene nada hay que darle todo”. Hemos podido constatar su esfuerzo en proporcionar la mejor educación a los últimos de entre los últimos.

En el “Famous Studio”

Habíamos mantenido otros contactos con otras personas y organizaciones de esa oculta red de buena voluntad. Nos habían también impresionado muy positivamente los jóvenes de Pragati. Ellos se dedican a llevar arte, expresión y alegría a los niños hospitalizados. Freedom of Expression Movement (http://www.bethekey.com ) era otra organización de jóvenes con la que habíamos entrado en contacto.

Sí, en medio de ese panorama multicolor, pero que demasiado a menudo carga con el gris de la miseria; en medio de esas calles infinitas que tan a menudo nos golpean por dentro con la agresividad del tráfico, también hay ángeles…, gentes que viven por y para hacer la existencia más feliz a los más pequeños. Nosotros sólo nos dejamos pasear por ellos. Ellos nos han llevado al encuentro de la fiesta. En este caso, ambas organizaciones de manera conjunta habían reservado una gran sala en las instalaciones del llamado Famous Studio en el centro de Bombay. Alrededor de 150 niños de los “slums”, es decir de los barrios más pobres, habían subido a varios autobuses. Habían viajado desde la geografía más depauperada que pudiéramos imaginar, al lejano e inaccesible centro urbano. Les habían pintado la cara y les habían dado de comer a lo grande. Dentro de las instalaciones les aguardábamos los payasos. Les habíamos dicho que no éramos profesionales, que estaban ante puros aficionados, pero no debieron de acabárselo de creer, pues no sólo reservaron ese lugar bollyboodiano, sino que contrataron también un equipo profesional de vídeo con tres cámaras.

Era la segunda actuación en Bombay y la verdad es que toda aquella expectación suscitada nos puso un poco nerviosos de cara a la actuación, pero, gracias a Dios, los organizadores se manifestaron muy satisfechos después del show. Insistieron incluso en hacernos una entrevista ante las cámaras.

En realidad todos estábamos allí por lo mismo: empujar la vida, alentar la vida amenazada por la gran miseria reinante. Disfrutábamos esa mágica unidad más allá de todas las fronteras que proporciona la risa. En medio de la explosión de alegría, se esfumaban al instante todos los sinsabores pretéritos, sobre todo el infierno del tráfico, el ruido y la contaminación que es de los retos más difíciles que se nos han planteado. En medio de esta megaselva de asfalto invertimos más de una hora en cada uno de los desplazamientos. Se nos va más energía al absorber el ruido y el humo dentro de los taxis sin ventanas en medio de los embotellamientos que en el trabajo con los chavales.

Caminando la ciudad

Bombay ya se nos ha metido un poco dentro, pese a esos inconvenientes. No es que nos hayamos acostumbrado, no es que ya dejemos de sufrir sus monumentales atascos, simplemente es que la ciudad nos ha dado ya mucho en estos seis días… A tres de marzo hemos realizado cuatro actuaciones: dos con Pragati y Freedom of Expression Movement y otras dos con Aseema. Vamos ya algunos cientos de esos rostros encendidos.

A veces una vez finalizada la actuación, hemos deambulado por la ciudad despacio, sin prisa por coger nuestro taxi “yelow-black”. Si no hay un tráfico atronador y la zona es mínimamente apacible, el paseo es siempre sorprendente allí donde nos encontramos. Salimos a descubrir esa sorpresa que nos depara cada metro cuadrado de esta ciudad tan intensa. La vida está volcada en la calle. A veces una simple tela inclinada y anclada entre el suelo y la pared delimita un espacio, afirma un territorio personal o familiar, constituye el techo de un hogar... Las gentes se extrañan de vernos también adentrarnos en los lugares más inhóspitos. Si no fuera por el recelo de incomodar e invadir su intimidad, haríamos más kilómetros por los barrios humildes…

Después nos hidratamos. Nos regalamos nuestros zumos y nuestros helados. Compartimos las imágenes de las cámaras y repasamos la actuación. Vemos la forma de hacerlo mejor en la próxima actuación.

Ya no regateamos los taxis. En realidad ya no regateamos casi nada. ¿Por qué intentar llevar más para nosotros cuando ellos no tienen apenas nada? Intentamos corresponder pues, como decíamos, somos colmados en muchos sentidos. Javi llevó al extremo su generosidad el día pasado al pagar con dos mil rupias el trayecto de un taxi que era de doscientas. Equívoco con los billetes o agradecimiento inconsciente, igual un poco de todo.

Festividades

Además de las actuaciones hemos vivido algunas fiestas y acontecimientos. Para nuestra sorpresa al aterrizar en esta megaurbe, vimos por todas partes sembrados carteles de Amma. Era como si la “santa de los abrazos” nos estuviera aguardando en destino para velar por nuestro itinerario. Así que una noche también fuimos allí y nos fundimos con la multitud devota, devotos nosotros también no sabemos de qué ni de quién, seguramente de la Vida que nos brindaba tan hermosas sorpresas.

Nos ha tocado también la fiesta nacional de los colores el primero de marzo, el “holy festival”. La víspera vivimos un acontecimiento muy particular al ser invitados por una familia, a participar, siquiera como espectadores, de su fiesta musical, cerca de nuestro hotel en el distrito de Chembur. Era una familia muy amplia que celebraba desde hace 75 años ese día su encuentro anual. Fuimos agasajados con café aromatizado y dulces. A Cristina, Ana ya se había retirado, la trataron como a una reina. Le llegaron a decir que no era casualidad alguna el que hubiéramos ido a parar a aquel lugar, que la entrada de un invitado, más aún en el caso de una mujer, significaba algo de la presencia de Dios en ese hogar.

En el día propiamente de la fiesta, la calle se convierte en una batalla lúdica y campal en la que unos y otros se arrojan pinturas de colores. Es una festividad religiosa que parece haber derivado en un sentido carnavalero. Como ya vestimos mucho color el resto de los días, esa mañana nos quedamos descansando en el hotel.

Llevamos ya casi una semana en India y era ya hora del encuentro con la pantalla, hora de intentar reportaros algo de lo vivido y observado a lo largo de estos intensos días. Han sido líneas necesariamente aceleradas. No hay mucho tiempo para el teclado. Aquí lo prioritario es la farándula, lo importante es contribuir al latido de la vida humana. En medio del Bombay inmenso ella pulsa; en sus lugares más inhóspitos, más insalubres sigue manifestándose; en medio de las basuras y las ratas, el olor insoportable brota también ella insobornable… No nos resta sino contribuir a perpetuarla y a elevarla a mejor expresión. Intentamos contribuir a ese pulsar de la vida encendiendo el mayor número de sonrisas entre esos rostros oscuros lamidos por el sol, entre esas criaturas de tan corta, pero vapuleada edad.

Volvemos de cenar en nuestro vegetariano del barrio. Ya nos conocen de todos los días. Pese a la lata que les damos al pedir los platos, nos tratan con afecto. De vuelta al hotel ya conocemos “los bultos” que duermen en cada uno de las esquinas y portales. En el hotel también los empleados duermen en los sofás. No es momento de molestarles para que nos abran la sala con el ordenador. Lanzaremos mañana estas líneas a los vientos.

Kolkata asoma ya al final de estos días en Mombay. El programa allí se promete aún más intenso. Volaremos en avión dentro cuarenta y ocho horas. Estamos deseando poder conocer en el otro extremo del país al personal de Calcuta Ondoan, Colores de Calcuta, Udanyi, Madre Teresa… Estamos deseando poder confraternizar con tantos gentes que también en aquel ancho asfalto, pulsan por la vida.

Intentaremos dar continuidad a la crónica.¡Seguimos juntos, con la ayuda del Cielo, sembrando sonrisas y esperanza a lo largo de este ancho solar planetario!


Koldo Alday.

domingo, 21 de febrero de 2010